
Es mi último día a bordo y estoy escribiendo esto con una sonrisa, sintiéndome plena y agradecida. Esta semana he descubierto un nuevo mundo de viajes para mí, uno donde el tiempo fluye de otra manera, donde cada detalle está pensado para que simplemente disfrutes, y donde el mar se convierte en un hogar en movimiento.
Verán, yo nunca había hecho un crucero. Para ser sincera, siempre tuve la imagen de estos barcos como enormes ciudades flotantes, abarrotadas de gente, con filas para todo y poca conexión con los destinos visitados. Pero entonces llegó la oportunidad de embarcarme en el Star Legend de Windstar Cruises, un barco boutique diseñado para quienes buscan una experiencia más íntima, relajada y lujosa. Y así fue como descubrí una nueva forma de viajar que, sin dudas, dejó la vara altísima para cualquier futuro crucero.
Un Itinerario Invernal por el Mediterráneo
La ruta a la que fui invitada se llama «Europe’s Winter Riviera», y, como su nombre lo indica, transcurre en pleno invierno. Sí: un crucero mediterráneo en invierno. Sonará poco ortodoxo, pero es una idea maravillosa. Menos playas, pero mucha menos gente también.
Como el itinerario comenzaba en el puerto de Civitavecchia, cerca de Roma, volé la tarde anterior para asegurarme de estar alló el día del embarque. Y, siendo la viajera inquieta que soy, no pude evitar levantarme tempranísimo por la mañana para dedicarle 3 horas a esa ciudad que es un museo al aire libre, donde cada callejón cuenta una historia y cada rincón guarda siglos de arte y cultura.
A las 11 de la mañana tomé un tren de Termini a Civitavecchia para llegar finalmente a la Star Legend.
Apenas crucé la pasarela, me recibió una sonrisa cálida y un «Bienvenida a bordo, María» que me hizo sentir como en casa al instante (sí, al principio me llamaban por mi primer nombre, pero unos días después ya era «Ceci» para todos). La tripulación no solo fue amable, sino que nos hicieron sentir que estaban genuinamente felices de recibirnos. En pocos minutos ya estaba en mi suite, y alguien ya me estaba explicando con paciencia cada detalle de la experiencia a bordo. Ese primer contacto fue suficiente para darme cuenta de que este viaje iba a ser especial.
Después de una ceremonia de partida izando la bandera, zarpamos hacia Livorno, nuestra puerta de entrada a la Toscana. Llegamos por la mañana y nos quedaríamos dos días.

Pasé mi primer día en Pisa, desafiando la lluvia y disfrutando de una pasta espectacular en una de sus trattorias escondidas. Conocí, finalmente, la imponente Torre Inclinada de Pisa, y hasta hice algún chiste en redes sociales sobre querer hablar con el gerente -y más de uno se lo tomó en serio.
Al día siguiente contraté una excursión desde el mismo crucero a Florencia, la cuna del Renacimiento, con sus calles adoquinadas que parecen susurrar los ecos de Da Vinci y Miguel Ángel. Visité la Galería Uffizi (caótica, pero llena de arte imprescindible) y la Academia, para contemplar al imponente David de Miguel Ángel. El David tiene una presencia imponente, hipnotizante. Es algo difícil de poner en palabras, ese asombro de estar viendo algo absolutamente único y cargado de historia y significado.
Por supuesto, paseo obligatorio por la Piazza del Duomo, con su imponente cúpula de Brunelleschi que domina el horizonte, y esa Catedral exquisita y, antes de partir, me despedí de la ciudad con una vista panorámica desde Piazzale Michelangelo, donde Florencia se despliega como una postal perfecta.
Para nuestra siguiente parada, Star Legend nos llevó a Génova, una joya portuaria con callejones medievales, palacios imponentes y un aire marinero que se siente en cada esquina. Allí pasé una mañana tranquila explorando la ciudad y tomando un café sin apuro en una de sus plazas históricas.
Por la noche pusimos rumbo a Niza, una ciudad que tenía subestimada, pero que me sorprendió con su arquitectura Art Nouveau y su ambiente relajado. Recorrer su paseo marítimo con la brisa del Mediterráneo en la cara y perderme en sus calles llenas de mercadillos y cafés fue un verdadero placer.
Desde Niza, tuvimos un día completo de navegación antes de llegar a Barcelona, el destino final de este recorrido por la «Riviera de Invierno». Barcelona no es una ciudad nueva para mí (de hecho he perdido la cuenta de cuántas veces la he visitado); pero llegar a ella desde el Mar y no desde el tren o el avión, fue toda una experiencia en sí misma.
La Experiencia a Bordo: Lujo Tranquilo

Desde el primer momento en el Star Legend, supe que este no era un crucero convencional. Con capacidad para solo 321 pasajeros, la experiencia es íntima y exclusiva. La tripulación no solo era amable, sino que aprendía tu nombre, haciendo que te sintieras realmente cuidada, y facilitando sin dudas a entrar en un estado de relajación y despreocupación.
Mi suite fue uno de los puntos más altos. Amplia, elegante y con una vista espectacular al mar desde un ventanal enorme, se dividía en dos sectores: una pequeña «sala» con un sofá grande y dos pequeños, y la zona con su cama tamaño Queen, escritorio, espejo y TV.
Además, un baño con doble fregadores y una ducha de presión perfecta, y un vestidor espacioso.
Y el servicio de housekeeping era impecable: cada mañana al volver del desayuno, la habitación estaba lista; cada noche, me esperaban luces tenues y un chocolatito en la cama.
Las opciones gastronómicas fueron un verdadero festín. Todo estaba incluido y la calidad de la comida era excepcional, con ingredientes frescos que se sentían lejos de lo masivo. Desde buffets hasta cenas en restaurantes con menú a la carta, y la maravillosa opción de room service para el desayuno (¡o cualquier momento del día!), que aproveché varias veces.
Pequeños Detalles Que Marcan la Diferencia
Entre los espacios comunes, mi favorito fue el Yacht Club, un lounge perfecto para relajarse con café y snacks en cualquier momento del día. También disfruté del bar, el teatro, el gimnasio y el spa, donde me hice unos masajes espectaculares.
Aunque uno de los momentos más memorables fue cuando, en un descuido post-masaje, perdí una cadenita que pertenecía a mi abuela. La tripulación no dudó en desarmar toda una bolsa de toallas sucias para ayudarme a encontrarla. Un gesto por el que voy a estarles eternamente agradecida.
Un Crucero Para Viajar Sin Prisas

A pesar de haber viajado sola, y haber disfrutado enormemente mi soledad, en ningún momento me sentí «sola». Tuve la posibilidad de compartir momentos con otros pasajeros y con la tripulación, pero también de disfrutar de mi espacio. Fue un equilibrio perfecto entre socializar y desconectar.
En mi línea de trabajo, muchas veces tengo la fortuna de quedarme en hoteles increíbles, pero solo poder estar en ellos para dormir y ducharme por la mañana. Qué felicidad me ha dado que este no haya sido el caso: haber pasado tanto tiempo a bordo como explorando en tierra me ha dado la oportunidad de disfrutarlo a cada instante, y poder relajarme de verdad.
Y como «crucerista» por primera vez, una de las cosas que más valoré fue la comodidad de desarmar mi maleta una sola vez. En cualquier otro viaje donde visitas varias ciudades, hay que estar empacando y desempacando constantemente, pero aquí, mi suite se convirtió en mi hogar flotante. Mientras navegábamos de un destino a otro, yo simplemente disfrutaba del viaje sin preocuparme por cambios de hotel ni traslados complicados. Esa sensación de estabilidad y comodidad, combinada con la emoción de descubrir nuevos lugares cada día, hizo que este viaje se sintiera aún más especial.
No entendía los cruceros. Pero ahora, después de esta experiencia increíble, tiene todo el sentido del mundo. Y cuando vuelva a hacer uno, ojalá sea nuevamente con Windstar Cruises, que superar esto va a ser muy difícil.
Porque hay viajes que son solo traslados, y otros, como este, que se convierten en una experiencia en sí misma.
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