Hace unos días terminé de ver Stranger Things, una serie que Netflix lanzó hace muy poquito, que si la tenemos que definir con una palabra sería “contranatura” y lo hace en más de un sentido: ocho episodios, lanzados sin apenas promoción (su primer tráiler fue lanzado el 9 de junio, solo un mes antes de su estreno) y sustentada sobre dos actores adultos que difícilmente podrían ser considerados un gancho… hasta ahora.
Esta reseña fue escrita por Renzo Montuori
Digamos que al terminar de ver el tráiler, podemos pensar que ya estamos saturados con la nostalgia ochentera, sobre todo ahora que tenemos la remake de Cazafantasmas en nuestra cartelera y después de grandes homenajes como It follows en el cine de terror independiente, experimentos estéticos como American horror story: Hotel y hasta Taylor Swift abrazando esa década con 1989, que se llevó el Grammy al mejor álbum.
Pero Stranger things, el enésimo homenaje a los ochenta, se ha colocado de golpe y porrazo como una de las series más destacadas de 2016. Y no exagero. La elección de Winona Ryder para uno de los papeles principales fue un buen golpe de márketing para una ficción de estas características.
La niña gótica de Beetlejuice (1988), que sería el máximo exponente de la Generación X y cayó en desgracia con la entrada del nuevo milenio, ahora es una madre sufrida. ¿Su desgracia? Su hijo Will desaparece en extrañas circunstancias mientras vuelve de jugar a D&D (Dungeons and Dragons, o Calabozos y Dragones, en castellano) con sus amigos.
Stranger Things:De Spielberg al terror
Los hermanos Duffer, que escriben y dirigen la serie de ocho episodios, crean una clásica situación de suspensoe rodado como cine y con absoluto potencial de enganche, más teniendo en cuenta que ya está disponible la temporada entera, como es la norma con las series de Netflix. Tienen una visión similar a la de J.J. Abrams en Super8 (2011) en su afán de devolvernos a tiempos pretéritos con una seguidilla de referencias. Sólo hay que ver la aparición de una niña que apenas se comunica (referencia a E.T. de Spielberg) y cada escena con niños y bicicletas también nos hace pensar en el entrañable extraterrestre, o incluso más allá, Stand By Me, de Stephen King o The Goonies de Richard Donner. Pero las referencias no acaban allí. El despertar de la sexualidad y las inocentes fiestas caseras, nos recuerdan los clásicos de terror teen (Pesadilla en la calle Elm, Viernes 13, Halloween) y la tensión es creada de la misma forma que lo hacen John Carpenter o Stephen King, que ya se ha declarado fan de la serie, asumiendo que Stranger things se enmarca más en el entretenimiento para todos los públicos que el cine exclusivamente adulto.
Pero sobre todo, el mérito reside en tener una factura técnica sobresaliente sin ser aséptica o excesivamente calculada, y resultar natural sin perderse en el homenaje como le ocurría a J.J. Abrams en Super8.
No aporta nada… pero entretiene.
Las dos quieren ser un homenaje al pasado, pero Stranger things, que no aporta nada nuevo, resulta mucho más compacta. Despierta el mismo sentido de la aventura que las obras en las que se inspira, entreteniendo y aprovechando la estructura televisiva usando desenlaces episódicos que siempre dejan con ganas de más. ¿Acaso es poco?
Y, mientras que el casting juvenil es un hallazgo, posiblemente tendremos que agradecer a los hermanos Duffer que nos hayan descubierto a SURVIVAL, el grupo formado por Kyle Dixon y Michael Stein que pone la música. Sus temas obsesionan y aportan generando un excelente clima.
Si intentáramos jugar al “juego del chupito” con Stranger Things cada vez que nos recuerde un aspecto cultural de los años 80, caeremos en un coma etílico antes de llegar a la secuencia inicial de créditos. La última creación de los hermanos Duffer nos retrotrae 30 años al pasado, desde el grano de la imagen a icónicas imágenes de niños en bicicleta, walkie-talkies, reproductores de casettes, hombres de negro, monstruos en el armario, cigarillos, teléfonos de disco y suburbios en crisis al ritmo de The Clash, Toto, Foreigner, Trooper, New Order o Joy Division. Y lo hace llevándonos por el sendero por el que nos guiaron en su día Spielberg, King, Dante, Carpenter, Dekker o Hooper, responsables todos ellos de películas y libros, kilo por kilo, muy superiores a lo que Stranger Things nos propone a este nivel, porque para ellos el ayer era hoy. Más fresco, más vital, más relevante, más contemporáneo.
Que no decaiga
Si bien me la recomendaron, estaba a punto de perder el interés en la serie en el momento, muy al principio, en que su aterrorizada protagonista, Joyce Byers (Winona Ryder), escapa de la casa donde vive con su hijo desaparecido y arranca el coche, desempleada, abandonada y al límite de su cordura, para salir a buscarlo. Parecía el principio de un derrotero moralmente ambiguo propio de las más estimadas series contemporáneas que se iba a sumar a la carga asfixiante de referencias que la serie me había introducido con un embudo. Iba a ser demasiado para mí. Como dije, perdía el interés.
Y entonces Joyce se detiene, apaga el contacto, observa la casa y decide regresar a ese infierno que tiene por hogar para intentar encontrar a su hijo por última vez, a pesar de que es muy posible que nunca jamás salga viva de allí. Y tomo una decisión: si Joyce decide sacrificarse por su hijo, yo puedo aguantar un episodio más. Y es cuando descubro realmente de lo que trata esta serie.
El prólogo ya atrapa, y abre las posibilidades de múltiples teorías sobre el monstruo que se esconde y juega con la electricidad, y el chico desaparecido que se ha convertido en su objetivo. Como escenario, un pequeño pueblo de la América rural, donde no suele pasar nada y todos se conocen. No puede ser una situación más de manual ni adrede, pero aun así los Duffer y su equipo se las ingenian para, sin ofrecer nada especialmente sorprendente en esta presentación de la historia, lograr que uno quiera ver el segundo capítulo de inmediato.
Todo parece perdonable desde este punto de vista para una serie que es incapaz de abordar nuevos territorios visuales cuando realmente se sumerge en el género fantástico (incluyendo una porción robada inmisericordemente de ‘Under the Skin’, de Jonathan Glazer, hasta el punto de que sospecho que el director británico se tiene que estar muriendo de risa o pensando en una demanda judicial… o las dos cosas a la vez). Pero es tal la inocencia con la que se despliega, que parece transformar defectos en virtudes, convirtiendo rapiñamientos como el mencionado en honestos mecanismos para inquietar genuinamente al espectador. Stranger Things es la combinación de suspense y tensión, la música y los encuadres, las bromas y la crispación, que se mezclan en una coctelera que da como resultado nostalgia pura y plenamente autoconsciente de serlo. Como cuando una madre y un hijo se abrazan destrozados bajo una sublime y delicada versión de ‘Heroes’, cortesía de Peter Gabriel; ahí te das cuenta de lo que vale un compromiso de una obra que elige con valentía dejar de ser el dedo que señala para convertirse en el lugar a donde apunta.
El foco de atención es el terror y la intriga, y a lo largo de estos 47 minutos plantan y hasta empiezan a germinar diferentes semillas para atraer nuestra atención en todo momento. Su apuesta por lo sobrenatural es evidente, y hay elegancia en su puesta en escena y en su manera de dosificar los sustos y sorpresas, sin mostrar más de lo debido para que el resto lo llene la imaginación de la audiencia. Dentro del amplio catálogo de series de Netflix, Stranger Things satisface varias necesidades. Su diseño e intenciones la convierten en una perfecta serie para ver en maratón, y su pasión nostálgica hará que los amantes del cine de la época la consuman con frenesí. Es probable que estemos ante uno de los grandes entretenimientos del 2016.
Dato: Los hermanos Duffer ya habían trabajado el año pasado en la primer temporada de Wayward Pines, y son los responsables de una pequeña e interesantísima película de terror familiar llamada Hidden, con Alexander Skarsgard y Andrea Risenborough.
- Netflix, EEUU, 2016.
- Directores y guionistas: Los Hermanos Duffer.
- Reparto: Winona Ryder, David Harbour, Finn Wolfhard, Millie Bobby Brown, Gaten Matarazzo, Caleb McLaughlin, Natalia Dyer, Charlie Heaton, Cara Buono, Noah Schnapp, Matthew Modine, Joe Chrest, Joe Keery, Rob Morgan, Shannon Purser, John Reynolds, Mark Steger, Chris Sullivan, Randall P. Havens.
- Fotografía: Tim Ives.
- Música: Kyle Dixon & Michael Stein.