Todo gamer tiene su género favorito. Para algunos son los FPS. Para otros, los de estrategia, o lo MMORPG. El mío es el RPG, y si es de mundo abierto, mucho mejor. Así que esperé Dragon Age: Inquisition como niña que espera que llegue la mañana de Navidad.
Y llegó el momento de reseñarlo para ustedes después de incontables horas de estar atrapada en el continente de Thedas. Porque el trabajo de una blogger es duro, ¿vieron?
Empecemos por lo mejor. Dragon Age: Inquisition tiene un mundo abierto no grande, sino directamente masivo. La sensación de tener tantas puertas abiertas para explorar, side-quest tras side-quest, ítems raros, lugares ocultos, te hacen sentir que lo que tenés en tu consola no es un juego sino un agujero gusano a un universo paralelo en el que podrías perderte por meses y aún así no agotarlo.
Pero no todo es color de rosas, así que también les planteo de entrada el mayor problema que tuve con el juego: lo jugué en PlayStation 3. Y si bien no esperaba encontrarme con los increíbles gráficos que los trailers del juego presentaban para PS4, lo que terminé teniendo en la pantalla era más parecido a un juego de PS2 que a PS3. Texturas demasiado artificiales y gráficos por demás pixelados. Comparándolo inevitablemente con Skyrim, durante las primeras horas de juego me hacía sentir que estaba varios años atrasada. Pueden ver la comparación en este video.
Sin embargo, como todo en la vida, una se termina adaptando, y luego de la quinta o sexta hora de juego los gráficos ya no me importaban tanto, sino avanzar con la historia y empezar a meterme en el mundo de Dragon Age: Inquisition.
La trama
Si bien todo protagonista de RPG que se precie de sí mismo termina salvando (o intentando salvar) al mundo, la mayoría de ellos termina teniendo ese rol bien entrada la historia.
En Dragon Age: Inquisition, sin embargo, desde el primer momento nos convertimos en el foco de un movimiento masivo para calmar las aguas en un mundo que literalmente se está despedazando. Internamente, por la guerra civil y conflictos políticos, y desde afuera a través de los brechas interdimensionales desde las cuales distintas clases de demonios están invadiendo el mundo. Y que, como no podía ser de otra cosa, solo nosotros podemos cerrar.
A decir verdad, la trama es un poco vaga, quizás para dar pie a que uno se meta en los rincones de este mundo masivo. Pero tengo que confesar que durante las primeras horas de juego no entendía demasiado bien de qué venía la mano. De todas formas, no me parece que sea algo que afecte muy negativamente al juego. Al menos en mi caso particular, obtengo el mayor placer de seguir todas las líneas paralelas del juego, tratando de postergar lo más posible la concreción de la trama principal.
El trasfondo tiene mucho de políticas y negociaciones, lo cual le aporta una capa más de complejidad, y que a su vez le da sentido a todos los side-quests. Los muchos, MUCHÍSIMOS side-quests.
El Mundo Abierto
Paisajes increíbles, campos abiertos y también caminos más cerrados. Lo que parece una infinidad de tierras por descubrir es fascinante y abrumador al mismo tiempo.
Para alguien nuevo en este tipo de juegos –y para algunos veteranos, también– puede ser un poco confuso en principio navegar el mundo y encontrarse con nuevas posibilidades de historias y desafíos a completar. Y por momentos cuesta distinguir en el mapa cuál es el objetivo «principal» que estás persiguiendo, y cuáles de todos los marcadores son opcionales.
Recorrer las diferentes geografías es un placer, y cada segmento del mapa descubierto, cada localidad reclamada, cada campamento asentado, da una inmensa satisfacción.
El modo táctico de batallas
Esta es sin dudas una de las cosas que más me gusta del juego: el modo táctico de batalla.
Verán, yo me inicié en los RPGs con Final Fantasy VIII, y su modo de peleas por turnos (que se repite en la mayoría de los juegos de la saga). Esto me ayuda a pensar bien qué quiero que haga cada uno de los personajes sin tener que preocuparme por que me maten mientras lo decido. Es como más me gusta, aunque por supuesto, no para todos.
En Dragon Age Insiquisition el modo «táctico», opcional, viene a cumplir un poco esa necesidad, poniendo en pausa la batalla, y permitiéndote analizar la posición de cada personaje, cada enemigo, y ordenándoles qué hacer a continuación. A mí me pareció fantástico y poderoso por demás para orquestar un buen ataque o defensa.
Si esto no es de tu particular agrado, se puede seguir la batalla «en tiempo real» sin que se afecte la experiencia de juego.
En conclusión
Dejando de lado el tema de los gráficos en PS3 (problema que nadie tiene en PS4 o Xbox One), Dragon Age Inquisition es un gran juego, que ofrece una cantidad interminable de horas de entretenimiento y crecimiento de personajes, mientras se descubre uno de los mundos abiertos más grandes que van a encontrar en un juego.
Si les gusta este tipo de videojuegos como a mí, entonces Dragon Age Inquisition es una apuesta segura.
¡A seguir jugando!
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