Viajar es una de las cosas más maravillosas que hay en la vida, y la tecnología cada vez nos da más herramientas para hacerlo de la forma que mejor nos venga. A algunos les gusta el confort, a otros la aventura, a algunos hacer cada imperdible de la guía de turismo, y a otros vivir una experiencia lo más local posible.
Yo creo que todas las opciones son válidas y, también, que la mejor forma de descubrir cuál es la mejor para cada uno, es probando. Por eso esta chica-de-hotel se animó por primera vez a quedarse en un Airbnb en su último viaje. El destino: Londres, Inglaterra.
Al momento de buscar mi hogar temporal me enfoqué en dos detalles principales: que fuese un departamento entero (en vez de una habitación en una casa compartida), y que estuviese en una zona con fácil acceso al transporte público, y donde la seguridad no sea un problema.
Así es como empecé a filtrar posibilidades dentro de Airbnb, y a descubrir las particularidades de la plataforma. Algunas casas no están disponibles, por ejemplo, para menos de una cantidad de días. El precio puede tener variaciones. A veces lo que vemos en la página de resultados es el precio final por noche, y a veces la letra chica nos indica que si hay más de una o dos personas, cobran un adicional. Primera lección: leer todo antes de elegir.
Otra cosa importante es que hay dos tipos de reservas: directas o… «indirectas». Las directas funcionan de la misma forma que cuando uno reserva un hotel: directamente hacés el pedido, ponés tus datos de pago, ¡y listo! No hace falta presentaciones ni nada, aunque sí, por supuesto, luego hablaremos con el dueño de la casa para coordinar todos los detalles.
La otra forma, la que no es directa, es encontrar un departamento que te gusta e iniciar el contacto con el anfitrión, quien podrá aceptar o no la propuesta (¡por eso es muy importante tener un perfil con recomendaciones y la mejor info nuestra que podamos dar!), hacer alguna aclaración pertinente, o una oferta especial. Cuidado con este últimopunto, a veces las «ofertas» son más caras que el precio original por tratarse de una fecha de mucha actividad.
Después de un par de contactos que no prosperaron (¡planifiquen con tiempo!), encontré un departamento divino en Fitzrovia (cerca del Soho de Londres), dentro de mi presupuesto, y de reserva directa. ¡Aleluya! En pocos minutos ya tenía mi estadía resuelta.
Algo bueno es que la gente que alquila sus casas o habitaciones en Airbnb por lo general ya tienen buena experiencia, y en mi caso fue así: ni siquiera tuve que poner un punto de encuentro con mi anfitrión. Simplemente me dio un código de ingreso al edificio para que yo llegue cuando quiera, me indicó donde estaban las llaves, y pude manejarme a mi ritmo… que al fin y al cabo es lo que quería.
La experiencia de quedarme en un departamento versus un hotel fue muy divertida. Ir y volver con las llaves en el bolsillo, comprar comida en el supermercado, encontrar en dónde desayunar por la mañana, sentir el pulso del barrio… Algo que siempre quise fue vivir un tiempo en otro país, y aunque todavía nunca me mudé de Argentina, al menos puedo decir que viví un par de días en Londres 😉
La próxima vez que viaje sola, quizás, me anime a una habitación en una casa compartida. No me da miedo el tema seguridad en absoluto (hace unos meses la gente de Airbnb nos presentaron unas estadísticas buenísimas al respecto), sino más bien que soy medio ermitaña y prefiero la soledad. Pero, por otro lado, ¡hay que probar para saber qué es lo que más le gusta a uno!
Y si tienen más dudas, les recomiendo mucho este extenso post en el blog de Floxie.
¡Buen viaje!