Cuando uno tiene una vida activa –muy activa– en las redes sociales, dejamos entrar a ese pedacito de nuestras vidas a muchas personas.
Vivimos compartiendo contenido e invitando a desconocidos a que lean nuestro blog, nos sigan en Twitter, nos agreguen a un círculo en Google Plus o sean nuestros amigos Facebook. Les dejamos ver nuestras fotos en Flickr, lo que rebloggeamos en Tumblr y hasta cuando vamos al médico en Foursquare. Pero, ¿dónde trazar el límite?
Más allá de las clásicas cuestiones de seguridad, a veces hay un límite que se refiere a poder compartir cosas solamente con las personas que son parte de nuestra «vida real». Generalmente me refiero por este término a las personas que están en nuestra vida offline, como mejores amigos, pareja y familia, pero creo que hay ciertas presencias online que son muy reales en nuestras vidas.
Por mi forma de ser, y como una continuación natural de mi aspecto blogger, yo tengo casi todas mis redes abiertas. Me gusta que me puedan encontrar, leer, contactar.
Pero el límite lo trazo, por ahora, en Foursquare. Es mi único perfil social en el cual solo acepto _requests_ de gente que conozco en la vida real, sé quiénes son y recuerdo dónde los conocí. En algún momento intenté hacer la misma distinción en LinkedIn pero me di cuenta que limitaba mucho mi potencial de contactos.
También intenté hacer lo mismo en Facebook creándome un segundo perfil solo para familia, amigos cercanos, y ex-compañeros de escuela y facultad. Aún está ahí pero la realidad es que casi no lo uso, y sigo teniendo mi perfil de Facebook principal donde todo el mundo es bienvenido.
¿Dónde trazan el límite ustedes? ¿Cuál es la red en la que el derecho de admisión se compra en la vida real? ¿O son abiertos en todas?
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